PABLO HERMOSO DE MENDOZA GRAN RESERVA 30 AÑOS
Cumplir tres décadas en lo más alto de una profesión es algo que no está al alcance de cualquiera y mucho menos si esa profesión depende de tantos imponderables como el rejoneo, pues entre los toros, los caballos, el público, la suerte y la propia capacidad, conseguir la regularidad en la excelencia es algo que se antoja inalcanzable. Sin embargo, hay excepciones que de cuando en cuando suceden, y con Hermoso de Mendoza encontramos a uno de los referentes históricos, pues en su nombre se reúnen las más codiciadas características de calidad, liderazgo, afición, responsabilidad, así como una mezcla perfecta entre clasicismo e innovación, que le han dado a su rejoneo, durante toda su trayectoria, la categoría de Gran Reserva.
Sin hacer ruido, la temporada 2018 se convirtió en la trigésima campaña de Hermoso de Mendoza como caballero de alternativa en los ruedos del mundo. Más de dos mil cuatrocientos paseíllos desde que Manuel Vidrié, en presencia de Curro Bedoya y Antonio Correas, le cedió la lidia de “Pardillo”, de César Moreno. Aquel día, el jinete de Torrelaguna le entregó simbólicamente el rejón con el que debía lidiar su primer toro, sin saber que también le estaba entregando el testigo del liderazgo de una profesión que, con el navarro, se ha hecho mejor, más sólida, más respetable, más grande.
“Detrás de un aniversario tan especial reflexiona Pablo, de tanto tiempo dedicado a una profesión como esta, hay mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucha felicidad, mucha satisfacción, pero, sobre todo, recuerdos bonitos. Cuando eres positivo siempre queda más grabado en ti aquello que te ha hecho feliz, por encima de cualquier dificultad. Por eso, a pesar de la dureza de los primeros años lo que queda es ese pozo de aprendizaje, de crecimiento y el recuerdo de que cualquier pequeño logro alcanzado nos parecía un salto gigantesco, con la felicidad que eso nos traía”.
—En ese entusiasmo del que comienza, ¿ya tenías alguna idea de la revolución que podrías generar en tu profesión? ¿Vislumbrabas hasta dónde podías llevar el rejoneo?
—No, para nada. Creo que es algo que viene de la mano de tus fantasías, porque es cierto que uno deseaba ser y hacer algo diferente, quizá llegar a plasmar todos tus sentimientos a través de tu arte, pero seguramente no pretendía o no esperaba que ese deseo terminara marcando el rumbo del rejoneo como tal, eso es algo que ha venido a rebufo.
—Pero ¿en algún momento te diste cuenta de esa responsabilidad y pensaste que era el momento de cambiar lo establecido?
—Todavía me cuesta pensar que he generado una influencia tan fuerte. Pienso que, quizá, he sido un eslabón más en la cadena de esa evolución natural y que, por ser el más contemporáneo, tal vez se nota un poquito más. Lo que me ha movido siempre es mi ambición artística, dentro de lo perfeccionista que soy, quería marcar una diferencia por mi expresión personal, no pretendía ser mejor ni peor, sino original y natural a la vez, quería identificarme con lo que hacía, sentirlo mío. Luego, con los primeros triunfos, vi que aquello estaba calando y tenía la responsabilidad de mantenerlo, darle consistencia, que la gente viera que era algo real y que se mantenía por sí mismo.
—Sin embargo, aunque parece que quieres quitarle importancia, el cambio está ahí. No tiene nada, o tiene muy poco, que ver el rejoneo de hoy, con el de hace treinta años.
—Bueno, creo que ha habido distintas tendencias, como mareas, algunas muy líquidas, marcadas por las modas de líderes que han pasado en estos treinta años. En esas evoluciones, la gente joven, que quería triunfar y encontrar un hueco, se pudo dejar llevar por
las corrientes del momento. Entonces, claro, ves los cambios, igual que en el toreo a pie y, de entre esos vaivenes, va quedando una huella, un norte, que es el camino que va tomando la profesión.
— ¿Cuál consideras que es tu mayor aporta en esa evolución, tu mayor logro?
— Sería muy vanidoso decir algo en lo que considere que he podido marcar una influencia notable, no va conmigo. Eso es algo que valoran mejor los aficionados y los periodistas. A nivel personal, creo que mi mayor logro ha sido vivir como he querido, haciendo lo que me ha gustado y, sobre todo, siendo muy consecuente con cada paso que he dado a nivel profesional. Algo que he mantenido siempre con rigor y con el convencimiento de que era lo debido.
—¿Te ha quedado alguna espinita clavada, algo que no hayas terminado de conseguir?
—Ninguna, tal vez esa inquietud permanente de conseguir la compenetración total con el caballo y con el toro que quisieras alcanzar todas las tardes, tener esa sensación de redondez total que sientes las tardes de triunfo redondo. Pero, por otro lado, con los años entiendes que esa búsqueda podría ser equivocada, porque en el toreo tiene que haber imperfección, esa sensación de que no se puede llegar a dominar totalmente, porque entonces se perdería la emoción, se perdería el misterio de la lidia y la expectativa de no saber qué va a pasar.
—De un tiempo para acá vienes limitando más tus actuaciones. En 2018, por ejemplo, en Europa actuaste menos que en México. ¿Se trata de buscar la calidad en detrimento de la cantidad?
—Totalmente, aunque también hay que reconocer que obedece un poco al formato de temporada que hay ahora. Las cosas han cambiado también en ese sentido y, donde antes los toreros lidiábamos noventa corridas en la temporada española, ahora se torean treinta y cinco o cuarenta, como mucho. Así que, dentro de que el número ha bajado, yo también he buscado torear las que me sienta cómodo y las que me den lugar, entre corrida y corrida, para vivir un poquito en la tranquilidad de mi casa, con mi familia, disfrutando de ellos y de otras cuestiones personales y porque, a nivel físico, también necesito un poco más de tiempo para descansar, prepararte y salir otra vez con fuerza a la siguiente.
—Además, hace unos meses hablamos de que había sido una temporada que habías vivido con mayor desgaste por lo que significó torear con Guillermo.
—Sí, quieras que no, si a las mías sumas las corridas que toreó Guillermo, que en cuanto a preparación y a lo que vives en la plaza, también me desgasta a mí, porque lo vivo con la misma intensidad o, quizá, mayor por la preocupación y la responsabilidad. Este año, por cuestión de fechas, estuvimos una temporada más larga en México, casi como los primeros años en los que fui, que me echaba de cinco a seis meses, y terminé toreando casi cincuenta corridas, así que llegué bastante cargado de esfuerzo y sentí que debía hacer una temporada europea como finalmente fue, que terminó siendo un gustazo, por la manera como la llevé y la viví.
— ¿Qué te aportó, en lo personal y profesional, el compartir tantas tardes de toreo con tu hijo?
—Me he quedado con sensaciones muy gratas, porque toreando con él me vi reflejado en la plaza y me vi a través de él, es decir, he podido analizar cosas que me ocurren con otra perspectiva. Por ejemplo, siento que ahora me cuesta cortar las orejas más qué antes, o que pareciera que no estoy toreando tan puro como antes, o que algo estoy haciendo mal, pero con el prisma de ver las actuaciones de Guillermo, ves que lo que te ocurre es que cada vez toreas más para ti y que cuando pones un palo bueno, ahora lo vendes la mitad de lo que lo venías antes, no sobreactúas y eso te puede costar más de cara al tendido, porque cuando esa misma banderilla que tu ya no vendes la pone tu hijo y ves la explosión en el tendido, las reacciones de la gente y el crédito que saca de ella es distinta. Entonces entiendes que la ley de la vida es así y que tú ahora estás en un estatus de maestro, donde buscas lo genial, lo perfecto, enriquecer tus sensaciones, tu manera de torear y eso, a veces, no cala tanto. De esta manera, me está ayudando a entender por qué quizá la gente ahora responde de otra manera a lo que hago.
—Según esto que me dices, ¿sientes que tu capacidad de sorprender al público es diferente? ¿Es posible que se hayan acostumbrado de verte a un nivel superlativo?
—Creo que sí. Para empezar, cuando el público ve en mi hijo las mismas cosas que yo puedo hacer, las pueden ver con mucho menos control, porque, evidentemente tiene menos técnica que yo, menos experiencia y conocimiento, entonces ves más riesgos, porque ves que se puede equivocar, que a lo mejor no le sale bien y eso, indudablemente, emociona mucho más que todo el control que yo estoy transmitiendo y para lo que he trabajado toda mi vida. Además, en él lo han visto menos y eso es refrescante. Entonces, me encuentro que todas las horas que he trabajado buscando que la rectitud del caballo sea lo más perfecta posible, que llegue al embroque en la posición, el tempo, la expresión y la curvatura que yo quiero, al final juega un poco en mi contra, porque cuando lo consigo en la plaza, es todo tan suave, tan cadencioso, tan controlado, que a lo mejor cala menos y tiene menos expresión para la gran masa de público, y pasa que el gran conocedor de esas técnicas, de la equitación y que valora algo tan específico en el rejoneo, que no es tan fácil de ver para la gran mayoría de aficionados, se vuelve loco con 1o que hago. A veces me pasa que salgo emocionadísimo, por ejemplo, con tres reuniones con “Berlín” y me encuentro con que la plaza no ha vibrado como debiera, entonces te preguntas muchas cosas, pero ha sido esa comparativa con Guillermo lo que me ha permitido entender que estoy vendiendo cosas distintas.
—La vida que da la imperfección...
—Totalmente, en la Fiesta esa parte de riesgo, porque falte un poquito de control o de técnica, que todos la hemos tenido en nuestros principios, enriquece muchísimo al espectáculo.
—Y ¿con qué se puede suplir esa emoción que se puede perder con el control?
—Creo que, con mayor compromiso y pureza, si consigues mantener esa línea de suavidad, de armonía de movimientos, para llegar más cerca de la cara del toro, entrar, clavar y salir de las suertes con limpieza, todo adquiere una mayor dimensión.
¿Has sentido que tu cuadra de este año te ha permitido estar a ese nivel?
—Hombre, la cuadra perfecta no la he tenido en mi vida, ahora tampoco, y creo que nunca la voy a tener. Siempre te falta algo. Tienes un equipo y, cuando tienes a Messi, te falta un buen defensa o un buen portero, o lo que sea... Lo que sí es verdad es que este año he tenido un buen número de caballos completos, redondos, que pueden hacer frente a cualquier tipo de toro, al bueno torearlo muy bien y al malo ser capaz de darle la vuelta. Que no son ese segundo caballo de banderillas que son, a veces, de “número”, que es muy brillante en una pirueta, pero que tiene que tener el toro más dominado o que da los pechos y la cara al toro, como “Icaro”, pero luego no tiene nada más, que no son ese caballo especialista. Este año he tenido a “Berlín”, “Extraño”, “Brindis”, “Disparate”, cuatro caballos que no son fáciles de juntar en una cuadra, de esos que sabes que puede salir por la puerta de chiqueros lo que salga y que vas sobre seguro, que, por ejemplo, en Lisboa, con los toros sin rejones, que los puedes banderillear al máximo nivel y poder con el toro de tú a tú sin haberle castigado. Son caballos que sueñas tener siempre en tu cuadra y que nunca he juntado en ese número en casa, afortunadamente, porque ahora que comparto temporada con Guillermo necesitaba contar con cuatro pilares así.
— ¿Por qué parece que hay nombres de caballos sensacionales que ahora no brillan con la fuerza que sí lo hicieron otros?
—Ahí hay varias cuestiones, entre ellas que los “Cagancho”, “Chicuelo”, fueron los primeros, entonces fueron revolucionarios a la vez que yo lo era. Ellos fueron parte de mi novedad como torero; y luego marcaron una diferencia tremenda en mi propia cuadra. De ellos al resto había un salto abismal. Ahora estamos hablando de cuatro caballos magníficos, pero junto a ellos hay otros caballos también muy importantes, entonces ese escalón, esa diferencia no es tan grande para que los haga a ellos destacar tanto. Y, luego, hablamos de un número mayor de caballos. “Cagancho” fue rotundo y luego llegó “Chicuelo”, eran dos caballos, pero ahora en cualquier cuadra hablamos de un número mayor de protagonistas que, curiosamente, una parte del público se identifica con uno de ellos, otra con otro, y se reparte ese protagonismo.
—Pablo, son muchos tus compañeros de profesión. Pero, al final, en las ferias, son muy pocos los nombres que se repiten, con lo que los carteles se van cerrando y se pueden convertir en reiterativos. ¿Es tan difícil que los nuevos se abran un sitio en ellos?
—Es una cuestión de cantidad de festejos, en cada feria importante hay varias corridas de toros y, con excepción de Madrid, apenas una corrida de rejones, la que la tiene. Eso hace que haya muy poquitos puestos. Eso mismo, por lo que has dicho, es una de las razones por las que he decidido torear menos con Guillermo el año que viene, no quiero dar la sensación de que acaparamos las ferias o de que quitamos el lugar a otros. Pienso que debemos ir abiertos, en alguna feria puedo torear yo o él, y que no estemos ambos, pero no cerrar el cartel con los dos, aunque me encantaría torear muchas tardes con él, porque es maravilloso poder compartir lo que más te gusta en la vida con un hijo, verlo crecer en tu profesión, pero no quiero que haya una saturación de Hermoso de Mendoza y dejar que los carteles se abran. No he sido mucho de dejar que los carteles se cierren, sino que se abran y sean variados y sigo en esa idea.
— ¿Hubo alguna tarde en 2018 que te hizo sentir especialmente satisfecho por lo conseguido?
—Pues mira, al igual que el año pasado, creo que mi tarde más especial ha sido en Campo Pequeño. Las dos noches que he toreado han sido de esas que te dejan un sabor distinto, una sensación de plenitud que te recarga y que justifica todo el trabajo y el sacrificio que se tiene en casa, porque es una plaza en la cual sufrí mucho en mis principios, tuve una gran expectación pero encontré un sector que me exigía y que se resistía a que un español tuviera esa presencia en Lisboa, creando una rivalidad con su cultura del toreo a caballo, sobre todo, después de todo lo que había creado Moura, entonces se había creado una tensión muy dura. Ahora he conseguido darle la vuelta a todo eso y tengo la sensación de que voy a la plaza donde más me quieren, donde más me entienden y donde puedo ser yo mismo. Y siendo yo mismo, triunfo, no necesito poner en escena cosas que no sean mi verdad y mi toreo y eso lo entiende la gente perfectamente, de hecho, van a ver eso, y eso me permite relajarme, que salga todo con más naturalidad y facilidad. Y luego, en España, toreando con un caballo como “Berlín”, por ejemplo, sintiendo el toreo y viendo cómo el caballo crece y se acopla mejor con el toro cuando se va calentando, pero muchas veces tengo que cambiar el caballo para darle un giro a la faena porque la gente no termina de vibrar y, en Portugal es todo lo contrario, porque les gusta ver que cuaje al toro con el mismo caballo, que rompe a sudar, más relajado porque rompe la tensión de esos primeros embroques y saca todo su fondo y repertorio. Además, esa parte tan importante del toreo que es el final de faena, cuando el caballo, que también ha ido haciendo al toro, ya está metido en su embestida, la conoce, y es cuando suelen ser los mejores embroques y las mejores banderillas, porque el caballo se rompe con el toro, se vacía. Eso es algo que, lamentablemente, en España no se puede ver, porque quitas al caballo del toro sin que llegue a esa conjunción, a ese clímax, aunque, claramente, también he vivido días importantes.
— ¿Cómo cuáles?
—La de Pamplona, donde me sentí super a gusto, llegando a una compenetración general tremenda, o en San Sebastián, y Logroño, que, a pesar de estar muy cerquita de casa, es una plaza en la que he vivido la cara y la cruz, he tenido grandes éxitos, pero también he tenido tardes donde no se me han dado las cosas y el público se ha puesto muy hostil conmigo, pero este año fue maravilloso, porque se conjuntó todo y pude cuajar dos toros de Angel Sánchez y Sánchez con una gran calidad, los disfruté de principio a fin con distintos caballos y, además, pude ver una de las tardes más importantes de Guillermo, que luego no refrendó con el rejón de muerte. Pero quizás, junto a Nimes, es la tarde que más redondo le he visto. También tengo un recuerdo cariñoso de Saintes Maries de la Mer, que me llevé el “Centauro de Oro” y fue una tarde bonita.
—¿Es Guillermo, ahora mismo, tu mayor motivación para seguir en activo? ¿Te queda algo más por alcanzar?
—Creo que sí, la competencia con él es diferente, porque tiene mucho de pedagógico, para que él aprenda y madure en una profesión tan bella como difícil, pero también me exige y me hace disfrutarla de una manera especial. No pienso en que un triunfo o un logro más en lo personal me motive más que ver a mi hijo crecer en esto. Lo que quiero es seguir viviendo esto como yo lo vivo, disfrutando lo que hago. Estoy en un punto en el que veo pasar las cosas, las corrientes populares que van de un lado a otro, veo cosas que a mucha gente afectan y que, a mí, a lo mejor, antes me^ afectarían, pero ahora es todo como una película que ves pasar y no te toca, como si te movieras en otro mundo donde he creado mi burbuja, en la que me muevo sin más necesidad que la de llenar mi vida.
—Sin embargo, tu responsabilidad como figura va más allá. Recuerdo que, hace un año, me comentaste la intención que tenías de revitalizar plazas por las que habías pasado y que, ahora, estaban en una situación muy diferente, muy disminuidas. ¿Has podido dar ese paso?
—Sí, eso es algo que me hace una especial ilusión. Ese año, en Sangüesa, tuvimos una prueba, fue una experiencia magnífica y fue, también, una especie de deuda que quise pagar con un pueblo que, en mis principios, me apoyó mucho y luego, por circunstancias de la vida, estuve muchos años sin regresar. Entonces, poder renovar la Fiesta que durante unos años se venía apagando en esa plaza y, al tiempo, revivir esos momentos de tus inicios, adaptándote a las nuevas normas, es algo que me hizo sentir muy bien. Volver a mis orígenes, estar con tantos aficionados que me apoyaron, que volvieron a llenar la plaza como hace muchos años no se veía, y poder dar una buena tarde de toros, recuperar el ambiente, para mí ha sido una satisfacción muy grande. Es algo que quiero seguir haciendo.
—Después de tantos logros, en lo personal y lo profesional, de haber roto moldes y ser historia viva, ¿qué reflexión haces al echar la vista treinta años atrás?
[Hace una pausa] Que la vida pasa muy rápido, David. Ha sido una carrera muy intensa, la he disfrutado mucho, pero tendría que haberla disfrutado más. Creo que a todos nos pasa cuando tenemos la perspectiva de los años. Al final somos humanos y nos creemos nuestras propias historias, pero lo único que cuenta, en todos los aspectos de la vida, es intentar ser feliz en cada momento, porque el tiempo pasa y no vuelve más.
POKER DE ASES
“Labrit”.
“Cagancho”.
“Chenel”.
“Pirata”.
Le pedimos a Hermoso de Mendoza que eligiera su cuadra ideal, sus mejores caballos en cada terció en estos treinta años de alternativa. Son estos: “Labrit”, de salida; “Chenel” y “Cagan cho” en banderillas; y “Pirata” para el último tercio. “¡Con esos cuatro caballos echaba una temporadita buena! confiesa entre risas el jinete navarro”.